Os dejamos este material realizado por el EQUIPO DE ORIENTACIÓN EDUCATIVA ÁVILA esperamos que sea de vuestro interés.
En los primeros dibujos, los niños muy pequeños trazan gruesas líneas, haciendo partir el movimiento de la espalda. Al mismo tiempo, deberían madurar la capacidad de efectuar los movimientos involucrando, poco a poco, las distintas partes del cuerpo, menos distantes del lápiz. En la práctica, se debería ir restringiendo el campo, pasando al codo, después a la muñeca, hasta dibujar moviendo sólo los dedos.
Para favorecer el proceso de coordinación ojos–mano, es importante que, desde muy pequeños, a los dos años, aunque también antes, nuestros alumnos aprendan a empuñar correctamente el lápiz. Tengamos en cuenta que en nuestro cerebro, una amplia zona está dedicada, tanto a nivel sensorial como motor, a las actividades manuales
Poco a poco el niño es capaz de desarrollar estas actividades, que requieren dotes de velocidad, ligereza y precisión, de forma más delicada. Sin embargo, utilizando la mano para dibujar, a menudo los pequeños emplean también el brazo y la espalda, el cuello y la cabeza, desperdiciando así energía y, sobre todo, desequilibrando el comportamiento visual. Si, además, la inclinación del cuerpo es superior a los 20 grados, respecto a la perpendicular ideal, la iluminación puede reducirse a más del 12 por ciento sobre el ojo opuesto a la mano con la que escribe. Existe, así, el riesgo de un supresión parcial o total de la capacidad de ver con ambos ojos (la binocularidad), favoreciendo la instauración de problemas visuales, como, por ejemplo, la distinta eficiencia funcional en los dos ojos.