La idea de que la familia constituye un núcleo fundamental de la sociedad por las funciones asistenciales, educativas y de socialización que realiza con los menores y con los adultos está universalmente aceptada en todas las sociedades. Se entiende que, de darse las condiciones adecuadas, la familia puede contribuir al desarrollo personal integral de todos sus miembros, y también al desarrollo de la sociedad por el capital humano que es capaz de generar.
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Para que esta función socializadora se lleve a efecto de manera adecuada es necesario que se produzcan en la familia procesos educativos y de convivencia positiva. De ser así, la familia puede contribuir al desarrollo de competencias, valores, actitudes y comportamientos respetuosos, responsables y cooperativos en sus miembros, que se manifestarán tanto dentro del entorno familiar como en los diversos contextos externos en los que interaccionen, ya sean académicos, laborales o comunitarios.
La calidad con que la familia pueda cumplir con estas funciones dependerá de los múltiples factores personales, evolutivos, educativos, culturales, étnicos, religiosos, laborales, económicos o sociales que afecten a su estructura y funcionamiento interno, que contribuyen a generar diversidad en las familias, en sus dinámicas de convivencia y en los valores y comportamientos ciudadanos de sus miembros.
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