Los libros de matemáticas están llenos de problemas que siempre tratan de repartir bolas o caramelos, comprar lápices, calcular descuentos o llenar tazas. Estos problemas reflejan la mentalidad del adulto que pretende adaptarse al interés de los niños o bien hacerles compartir el suyo propio.
En realidad, no están para nada próximos a la realidad del niño. Un problema no es cercano porque trate de pokemon o de cromos o de parques con columpios o del juguete de moda. Para ser cercano a la realidad, un problema debería referirse a su realidad, la realidad de sus cabecitas. Debería ser suyo, inventado por él.